domingo, 17 de agosto de 2014

Capítulo 5



A
LEXANDER
Miro la ventana desde donde estoy, Tokio es muy llamativa con sus luces de Neón, un sonido en la puerta me tiene allí , encuentro al mensajero, me entrega los últimos papeleos que confirman el cierre del trato que me llevó 12 días, mañana volvía a Nueva Orleans, aunque no era mi ciudad de origen, me estaba gustando.

Reviso a fondo los papeles y voy en busca de mi maleta, con rapidez cargo lo que tengo regado en la habitación. 

Otro llamado a la puerta me lleva a abrirla.


-Buenas noches Alexander -una hermosa asiática, de ojos negros rasgados, pelo largo negro, estaba parada en la puerta con una sonrisa- imaginé que mañana te vuelves, así que vine a darte una despedida.

Al terminar de hablar caminó desprendiendo su camisa de seda lavanda, quedando con unos senos paraditos, apetecibles, cubiertos con unos sostenes del mismo color que su camisa. Su dedo empezó a recorrer el borde de la prenda, bajo por su estomago plano bordeó la cinturilla de su pollera, desprendiendo esta al quedar a escasos dos metros de donde estoy

-¿Te gusta lo que ves? 

La mujer estaba hermosa, para pasar mi boca por cada centímetro de su cuerpo, alargué el brazo y tome su muñeca acercándola a mi cuerpo, mi mano se enredó en su pelo dando un tirón para dejar su cuello expuesto a mi boca, besé esa columna de alabastro, subí hasta su boca, lamí su contorno y busqué acariciar su interior. 


Mi polla brincó, se estiró, engrosó ante las caricias, en un movimiento decidido la hizo en mis brazos, caminando hasta la cama en donde cada eco de placer se quedó grabado esa noche. Traté de acallar la visión de unos ojos azules, o el cuerpo fibroso de un cantante que me llamaba a imaginar otra situación. Intenté no pensar que ese cuerpo suave y ese húmedo receptáculo de mi deseo no era otro.

El calor bochornoso de Nueva Orleans, me instó a caminar, el día anterior había llegado de Tokio, y hoy volvía a ese lugar. Entro directo al bar, llegué tarde, traté de no ir, pero me venció las ganas de verlo.

-Jacyn lo de siempre -pedí mi whisky mirando a los costados, este secaba sus vasos, con pacientes movimientos-


-Señor Black, no lo veíamos por aquí, pensé se había hartado del Santuary -respondió al servirme mi bebida-


-De viaje, y… -miro a ambos lados de la barra- ¿está Angelos?


-Ya se retiró -siguió secando sus vasos-


- ¿Se puede hablar con él? -mi voz salió esperanzada, pero Jacyn me miro con desconfianza- solo unas palabras.


-Veré que se puede hacer


Lo vi caminar hacía uno de los empelados, que se marcho hacía detrás del escenario. Al cabo de unos minutos, volvió, le dijo algo al barman y este me miró con una cara rara

-No se puede, Angelos, salió -Me bebí todo mi trago desilusionado, salí dispuesto a olvidar ese lugar-

Al día siguiente el trabajo distrajo mi mente algunas horas, pero nada pudo evitar de que volviera al Santuary y la respuesta de Remy, fue que Angelos, no podía atender a nadie, que estaba ocupado.


Tres días intente hablar, tres malditos días en que de preocupación, pasé a furia, ¿por qué ese maldito no quería hablarme?


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