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IAGO
Me
encontraba sentado en la parte posterior del salón de clases y garabateaba en
mi cuaderno mientras el maestro, el Sr. Johnson, estaba hablando sobre
funciones cuadráticas, ejes de simetría, parábolas e intersecciones en el eje
Y. Levanto mi vista y observo al profesor con su cabello entrecano realizar una
curva sobre el plano cartesiano en el centro de la pizarra. Sacudo mi cabeza.
Siempre me aburría y detestaba en las clases de matemática. Son un verdadero
fastidio.
Desde
siempre el aprendizaje de esa materia venía a mí con total facilidad y
naturalidad, solo me hacía falta observar los ejercicios, comprender las
propiedades y listo, el resto era pan comido. Si era honesto, no lograba
entender como al resto de los alumnos eran incapaces incluso de realizar las
operatorias más simples, la mortandad en las calificaciones siempre era
altísima. Lo bueno es que esta clase ya era la última del día y siempre sentía
que mi atención estaba en otro sitio esperando mi liberación para hacer cosas
más interesantes. Continué garabateando en el margen de mi cuaderno.
-¿Señor
Santiago?
Rápidamente
alce la cabeza en dirección al profesor, y sentí como chinchetas los ojos
clavados de todos los que estaban en la case. ¡Jodida mierda! si hay algo que
detestara era ser el centro de atención.
-Ya que le
veo tan concentrado en la clase, me gustaría que nos dijera a todos el
resultado de este ejercicio, además quiero que determine la concavidad de la
parábola, ceros en la función, intersección con el eje Y, coordenadas del
vértice, eje de simetría, mínimos o máximos e intervalos de crecimiento y
decrecimiento
Dejó el
rotulador sobre la mesa y cruzó los brazos en su pecho su sonrisa era de total
malicia, de verdad que haría competencia con la del gato de Alicia en el País
de las Maravillas. Al señor Johnson adoraba humillar a los alumnos para
ponerles un pie encima dejando en evidencia su falta de conocimiento,
enrostrarlo con total satisfacción, sin embargo conmigo nunca ha podido,
aquello es lo que más le molesta y no pierde oportunidad para intentar torcerme
la mano.
Observé el
ejercicio:
Comencé
a morder la uña de mi pulgar mientras ladeaba mi cabeza y avanzaba a la
pizarra, en mi mente comencé a ver con claridad el ejercicio, por lo general no
necesitaba realizar un desarrollo por escrito, siempre lograba el resultado con
solo mirarlos, era como si en mi mente todos los símbolos matemáticos y números
fuesen tarjetas que podía mover a mi antojo para lograr el resultado. Al
momento de llegar al frente, cogí el plumón y escribí en la pizarra:
Di
un paso atrás y mis labios sonrieron un poco ante el resultado correcto, sin
embargo al observar al profesor todo rastro de felicidad se esfumó, su rostro
estaba rojo y sus ojos cerrados como rendijas, hizo el ademán de decirme algo,
sin embargo el sonido del timbre fue mi salvación, se había acabado a jornada
escolar al menos por hoy, me limité a
dejar el plumón sobre su escritorio y volver a mi asiento mientras el resto de
los alumnos arrancaba del salón como si
la muerte los persiguiera. Cogí mis cosas y me dispuse a salir de los últimos.
-Deberías
sacar más provecho a tu talento –dijo con molestia el profesor mientras pasaba-
-No
sé de lo que habla –cogió mi brazo para que le mirara-
-Sabes
muy bien de lo que hablo, es una pena que lo desperdicies esas habilidades.
-Debo
irme –miré hacia el piso- lo siento, pero no se a que se refiere.
Me
solté de su agarre y avancé a paso rápido por los pasillos de directo al baño,
detestaba que me enrostraran “eso”, me hacía sentir como un bicho en una
exhibición. Dejé caer mi mochila y comencé a mojarme el rostro, deslicé mis
manos por el cabello contemplándome en el reflejo del espejo, moví mi mano
hacia los vestigios de amarillo que aún quedaban pegados de un hematoma que
había sido mucho peor hace unos días atrás, en la última golpiza. Me estremecí
al recordarlo.
Retiré
todos esos pensamientos de mi cabeza y respiré hondo, saqué el delineador negro
y comencé a maquillar mis ojos.
Desde
hacía un par de años había comenzado a teñir mi cabello de negro, a penas caía
por sobre de mis hombros, con un flequillo hacia un lado. El negro como la
tinta se destacaba mucho en comparación con mi pálida piel, pero el contraste
funcionaba. Incluso estaba asistiendo al gimnasio tres días por semana, después
de pasas seis meses, se podría decir que había una diferencia real en el niño
flacucho que solía ser. Mis músculos se habían vuelto más definidos y el inicio
de un paquete de seis estaba empezando amostrarse en mi estómago.
Aunque
aún soy delgado, no me veía mal. La musculatura adicionada me daba un aspecto
más tonificado. Incluso había tenido que comprar un par de nuevas camisetas, ya
que la mayoría de ellas habían comenzado a estirarse sobre mi pecho. Pero el
músculo añadido no había ayudado contra el par de matones. Una vez había
conseguido el valor suficiente para luchar, sin embargo ellos me habían
golpeado sin descanso. Eso me tuvo fuera de combate por poco más de una semana.
Mi excusa frente a los maestros, es que había tenido un accidente en coche. No
me hicieron más preguntas.
Avancé
por el ya vacío pasillo, tenía mucha tarea que hacer y solo deseaba llegar
pronto al depa.
-Vaya,
vaya, vaya… ¿Qué tenemos aquí?
¡OH
por Dios no! Aferré con más fuerza mi mochila y aceleré el paso, necesitaba
salir de allí lo antes posible, mi corazón comenzó un rápido palpitar producto
del miedo que sentía, ni siquiera fui capaz de mirar en la dirección de donde
venía la voz.
-¡Atrapa
al engendro John! -Estaba frito-
****************
Horas
más tarde me encontraba tirado sobre la cama, respirando sólo superficialmente,
puesto que mi costado dolía como una perra. Tuve suerte, al menos en esta
ocasión sólo fue una pateadura y dentro de lo que pude notar, hay costillas
rotas… al menos por el momento.
Estaba
cansado de esta situación, sin embargo no podía optar al traslado a otra universidad,
no podía darme ese lujo, la media beca con la que contaba por ser un alumno de
situación económica baja, ya había sido un pequeño respiro para mamá, quien
regularmente me enviaba el dinero que podía para pagar las mensualidades y se
le hacía difícil, siendo que tenía dos trabajos.
Me
estiré lentamente hacia la mochila que descansaba junto a mí hasta que encontré
mi piruleta de cereza. Sin siquiera observar la desenvolví desesperado y al
meterla en la boca, gemí en satisfacción cerrando mis ojos a la explosión de
sabor, aquello siempre lograba calmarme un poco.
-No
doy más
Dije
cansado ¿tal vez si desapareciera…? ¿Podría ser la solución para todos?
¿Verdad?, no veía otra salida. Si, mamá lloraría, pero ella es muy joven,
podría rehacer su vida, conseguir un buen hombre que le quiera y que valore el
buen corazón que tiene, además, así sería el fin de todos mis males.
Mañana,
mañana será el momento de hacerlo. Cogí mi móvil y escribí
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De: Aprendiz de Mago
Fecha:
28 de agosto 19:15
Para:
Peter Pan
Asunto:
Cansado
Eeeyyyy
Alguna
vez te has puesto a pensar ¿Por qué siempre la vida te da golpe tras golpe y ni
un momento de respiro? En ocasiones me da la sensación que hay personas que nacieron
bajo el signo de Caín y están predestinadas a sufrir siempre. Solo se tiene un
momento de respiro para que de manera improvisada se caiga toda la mierda
encima. No lo considero justo para los que tienen una vida difícil. La vida
apesta, vivir apesta… y sobre todo agota… estoy cansado PP
Aprendiz
de Mago
Doctorado
en hastío por la vida
Enviado
desde mi teléfono inteligente Sony Xperia
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